Los eucaliptos
Salí de la casa
de mi amigo de la infancia, con algún tipo de angustia que no podía entender.
Comencé a caminar mirando el asfalto, se me aparecían imágenes de cuando
iba a lo del gordo Seba y nos metíamos a la pile, el pibe se quedaba solo en la
casa, mientras los viejos laburaban en una pollajeria, hacíamos lo que
nos pintaba, tengo el firme recuerdo de la pileta circular, ese remolino que
hacíamos en el que me terminaba ahogando y las grandes dosis de chocolatada. Una
brisa helada me saco del remolino de pensamiento, levante la cabeza y mire alrededor.
Había muchos eucaliptos, se parecían a los de el baldío de la infancia en
donde habíamos echo unas rampitas para saltar con las bicis con mi vecino
Santiago, ahora había casas modernas, las típicas casas caretas de City Bell y
Santiago tuvo un paro cardiaco. Ahora desde una cuadra de distancia veo a un
pendejo, parece tener un palo de escoba en las manos y me apunta como si fuese
un arma, se parece un poco a mi cuando era chico, medio gordito, morochito,
descalzo, jugando con cualquier cosa haciendo real lo que imaginaba. El pibe
me seguía apuntando. La diferencia entre el y yo era clara: a mi el resto me
perturbaba, jamás me hubiese animado a mantener el juego, ya me hubiese sentido
intimidado eso no lo cambie, no se si es bueno o malo, lo cierto es que
la valentía del niño me empezaba a joder. Los pasos entre el y yo se iba
achicando, su cara también era parecida a la mía, sus pelos despeinado, esas cejas
tan negras, tal vez era yo. Él mantenía la puntería firme y a medida que yo
avanzaba en su campo de visibilidad el acomodaba la trayectoria. Que pendejo de
mierda, estaba a menos de diez metros y me desafiaba, tendría que haber
doblado así no me tenía que bancar esto, tal vez era buena idea pegarle un
susto, iba aprender, la vida es dura. Lo empecé a mirar mal, ya estaba a dos
pasos pensaba pegarle el susto, decirle algo como anda a jugar con los
juguetitos nene de mama!! o pendejo del orto te voy a cagar a piñas!!….mmm no. No daba, ¿Que estaba haciendo?. Me avergoce
de mi. Cambie la cara, le sonreí, aunque él me seguía apuntando con ese palo de
escoba . En frente suyo siento su intenso odio. Finalmente pase. Seis pasos y el
hijo de puta me dispara a espaldas, el impacto, el frio del metal, la sangre,
atino a gritarle, ya no sabía que, corro, más disparos, el ruido era
atormentador y los eucaliptos demoniacos. Por fin cesan los tiros, me doy vuelta, huía. Con una
mano en el abdomen, parando el sangrado
me arrastro a casa. Al llegar saco del bolsillo un porro y con una angustia que
antes no había conocido, me tiro en el sillón y fumo.
Que bueno este texto loco, te vas vos con los cuentos, publiquemosté uno de cuentos.
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