SILENCIO I

Cada vez tengo menos cosas a las que aferrarme. Como la ciudad al vacío. O a los restos de cielo. La acumulación de la historia ajena condensada en formas y materiales es el proceso vivo de este delirio interminable y extrañamente hipnótico. No me encuentro tensando los símbolos que se entraman en la experiencia entre disimiles territorios. Ya no creo en nada de eso.
Mi cuerpo dejo de llamarse bajo esta lluvia.
Podría decir que no queda nada. Podría desesperarme y tener miedo ante la ausencia de semejantes estructuras. Pero se que queda el silencio y un cuerpo que es el mio.
Todas esas voces constante que construyen todo, los pedazitos de espacio asfixiantes que no unen las medianeras entre edificios de distintas alturas, de distintos tiempo, finalmente son el rio que corre por fuera de este asfalto, como un ruido constante que se alimenta enceguecidamente.
¿De que sirve mirar a los ojos a los lobos sobre la calle con la mandibula llena de carne si no hay testigo ante semejante hecho?
Tal vez sea cierto que el cuerpo sea lo ultimo que nos queda.
La esperanza. Tal vez sea de un negro infinito como la noche.
Me abruma pensar de esta forma. Como a los lobos cazar en la urbe. Un callejon sin salida:

1)¿tomar un tren sin destino y forzar el destino social impuesto?

2)¿Condenarse a todos los fracasos genuinos y éxitos parciales descreyendo en lo ajeno y prohibido?

Mi cuerpo dejo de llamarse bajo esta lluvia, la esperanza esta en el silencio y en esperar
que el amanecer me nombre de nuevo.

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